La cama de los padres, el imán de los peques.
“La cama de los padres tiene un imán, tiene una magia, algún somnífero, un polvo misterioso de amor impregnado en las almohadas que hace que los niños se duerman inmediatamente y que la peor de las pesadillas y el más tembloroso terror nocturno huya a siete pies.”
Seguro que al leer este fragmento de texto recuerdas cómo te sentías cuando ibas a la cama de tus padres, buscando sosiego, protección y amor, mucho amor. ¡Qué agradable sentirte arropado y dormirte en la paz más absoluta y total!
Dormir con los padres es una práctica cada vez más habitual y está demostrado que aporta grandes beneficios en el desarrollo de los niños de hasta 3 años. Esta forma de dormir se llama colecho y forma parte de un modo de crianza cada vez más extendido por sus grandes beneficios. Aunque, como todo aspecto que tenga que ver con la crianza de los niños, también tiene sus peligros y siempre se deben tomar las medidas de seguridad pertinentes para evitar el temido síndrome de muerte súbita del bebé así como reducir el riesgo de aplastamiento o asfixia.
En este caso, ya hablamos en una anterior publicación de incluir una cuna nido para proteger al bebe.
Según estudios recientes, dormir con los padres hasta los tres años estimula el desarrollo cerebral infantil. Los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y el miedo son menores en niños que duermen con sus padres, hecho que contribuye a prevenir el estrés infantil y posibles comportamientos relacionados con esta enfermedad.
Además, la sensación de paz y protección que tienen los peques cuando duermen con sus papás y mamás se refleja en la calidad del sueño, un sueño más profundo y tranquilo que les beneficia enormemente eliminando las toxinas cerebrales y segregando más hormonas del crecimiento.
El llanto infantil, los terrores nocturnos y las inseguridades se reducen notablemente cuando padres, madres y bebés duermen juntos. En la cama encuentran todo lo que necesitan: protección, atención, calor y, en definitiva, tranquilidad y paz. Llamar la atención con el llanto no es necesario y su descanso es mucho más placentero conciliando un sueño más profundo.
El alimento es otro punto a favor del colecho ya que favorece la lactancia. El contacto entre la madre y el bebé estimula el instinto de amamantamiento y, está demostrado que los bebés que duermen con sus madres lactan más y con más frecuencia que los bebés que duermen solos. Y eso sin hablar de la comodidad de dar el pecho sin necesidad casi de levantarte de la cama en plena noche.
En definitiva, dormir con los padres es una práctica cada vez más extendida y resulta muy beneficiosa en niños de hasta tres años ya que estimula los vínculos con los padres además de su propio desarrollo emocional.
La edad límite es un aspecto a tener en cuenta ya que los 3 años es un momento de cambio para tu peque: empiezan a ir a la escuela, a hacer nuevos amigos y tener otros estímulos externos así como relaciones sociales fuera del núcleo familiar. Dentro de su constante aprendizaje es buen momento para empezar a independizarse de forma gradual tanto de día como de noche. Es hora de hacer frente a los miedos y hacerle saber que, por mucho que se aleje, si necesita protección, paz y tranquilidad, podrá confiar en sus padres y madres que le darán todo el apoyo, respaldo y amor incondicional que tengan.
“(…) Un cuello caliente. Una manita gordita en nuestro pelo. Un pie de regreso a la costilla de la madre. La respiración tranquila en la funda compartida.
El deseo secreto de que el nido quede así para siempre y que la mañana tarde mucho en llegar.
Que el polvo misterioso de amor de las almohadas preserva para siempre estas excursiones nocturnas de mimo que no son más que un inteligente presagio de una nostalgia inmensa, de los mejores días de esta vida.”
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